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miércoles, 29 de septiembre de 2010

Aquí tienes a Carla en la prensa a toda página.

«Parece que vivo en una urbanización gigante»



«Parece que vivo en una urbanización gigante»
Carla destaca la «gran diferencia de clases» en el país. :: E. C.


Carla Redondo | Analista de mercado en Johannesburgo.

Esta vasca disfrutó 'in situ' del Mundial de fútbol al trasladarse en enero a Sudáfrica por motivos laborales. 
Sabe lo que es estar en medio de la carretera para dejar pasar a una manada de rinocerontes. En plena naturaleza. Una imagen que sólo ha podido contemplar al viajar a África. A lo desconocido. De hecho, Carla Redondo no sabía hace un año donde situar Johannesburgo en el mapa. Cosas del pasado porque, desde hace ocho meses, esta vizcaína de 26 años reside en pleno centro de una de las sedes del último Mundial de fútbol. El lugar donde 'La Roja' se alzó con la victoria. «Pude ir a otros partidos, pero no a la final. Pero viví en directo la euforia de todo el campeonato».
En su mente siempre sobrevoló la idea de viajar algún día al continente africano. Pero tuvo que esperar hasta terminar sus estudios. Se licenció en Derecho y, después, completó su formación con la carrera de Empresariales. Ya con el título bajo el brazo, solicitó la beca de Internacionalización del Gobierno vasco para trabajar en el extranjero. Conocer otras culturas. Consiguió su objetivo y, tras un curso de dos meses en Bilbao, le comunicaron la ciudad donde pasaría al menos el próximo año: Johannesburgo. «Me dio un subidón y lo celebré. Aunque es cierto que te metes en Internet y te lo ponen fatal», advierte.
Aún recuerda el día que aterrizó en Sudáfrica. «Nada más bajarme del avión vino a buscarme un compañero del trabajo. En la carretera pasamos por Alexandra, la zona más pobre y peligrosa. Y al adentrarnos en Johannesburgo todo eran chalets unifamiliares, rodeados por muros». Ésa fue su primera impresión y todavía le perdura. «Sólo hay dos edificios altos. Todo es plano y lleno de árboles. Parece que vivo en una urbanización gigante». Después del primer mes, se compró un coche y buscó una casa de alquiler. Comenzó a adaptarse a su nueva vida.
No tuvo problemas para aclimatarse a su trabajo. Entró a formar parte de la oficina comercial de la embajada española en Sudáfrica como analista de mercado. «Organizamos encuentros entre empresas españolas y africanas, hacemos estudios de mercado e informes económicos, entre otras tareas». Lo que más le costó al principio fue amoldarse a la forma de desplazarse por la metrópoli. «No está echa para el peatón. No se puede andar porque faltan aceras y luces. A todos los sitios tienes que ir en coche porque las distancias son largas y el transporte público es algo deficiente y los taxis, muy caros». Una de las opciones es viajar en lo combis, unas furgonetas pequeñas sin horarios ni paradas fijas.
Sin caos
Es cierto que el Mundial de fútbol, celebrado entre junio y julio, aceleró el desarrollo de infraestructuras. Se han mejorado las conexiones y el aeropuerto. «Se ven más autobuses y se abrió el Gautrain, un nuevo tren de alta velocidad». Sudáfrica ha ganado en prestigio internacional y eso también ha repercutido en el alza de los precios, sobre todo, en la hostelería. «Antes del Mundial era más barato salir a cenar a un restaurante».
Con todo, la gran cita deportiva de este año fue muy positiva y supuso una gran fiesta. «La ciudad se vistió de banderas. La gente local estaba supercontenta. El viernes era el día en que su selección jugaba e iban con la camiseta a trabajar. Pero como Sudáfrica fue eliminada en la primera ronda se perdió un poco la ilusión. Eso sí, hubo un despliegue policial increíble. No hubo ningún caos, estuvo bastante organizado». Así lo recuerda esta vasca que se siente muy arropada en Johannesburgo.
El carácter de los sudafricanos le ha cautivado. «Siempre están con la sonrisa en la boca. Tienen una cultura más abierta y todo se lo toman con más tranquilidad». Ese sosiego a veces también puede desesperar al estar acostumbrado al ritmo europeo. «Tienes que ir con tiempo cuando vas a comprar algo porque aquí les gusta mucho la cháchara», asegura entre risas.
Entre todos los pros y los contras, Redondo deja claro que lo que nunca ha sentido es inseguridad. «No es para tanto. Sí me han robado en casa el cable de la luz y en el coche. Pero las casas son seguras y todas tienen alarmas. Yo no he tenido miedo y he andado por todas las zonas». Sudáfrica ha experimentado un gran desarrollo tras la caída del 'apartheid' en 1994, pero quedan resquicios del viejo régimen segregacionista. «Hay grandes diferencias entre la clase alta y la baja. Es muy importante favorecer la educación y dar empleo a los más pobres». Al menos, la vida en esta ciudad subsahariana no es muy cara. La gasolina está a buen precio y por 15 euros puedes comer un buen chuletón con el postre y la bebida.
Esta vasca da a las gastronomía africana un aprobado alto, sin embargo, echa de menos la cocina vasca. Pero, sin duda, lo que más añora es a su familia y amigos, así como el mar. «Necesito cinco horas para ir a la playa», destaca. De momento, tiene previsto disfrutar hasta diciembre de su particular 'Memorias de África'. Volverá a casa en Navidad y después espera que le manden de nuevo al extranjero. Y si le toca de nuevo Johannesburgo recibirá la noticia con mucho gusto.
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